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Familias desestructuradas

Dichosa crisis. Por si no hubiera ya bastantes delincuentes en los barrios aidescos de la periferia, vienen las vacas flacas y las parejas se divorcian porque ya no se lleva eso del ’contigo, pan y cebolla’. Resultado: más familias desestructuradas y más adolescentes condenados sin remedio a la marginalidad.

Grosso modo, eso es lo que han dicho —con palabras más finas, eso sí— varios ’opinólogos’ mediáticos en los últimos días, a quienes el hecho de que la menor que se tiró del coche tuviera problemas de conducta y estuviera tutelada por la Administración les vino de perilla para explicar lo sucedido. Ahí está la razón: familia desestructurada, igual a desastre seguro.

Lo bueno de estos términos tan ambiguos —cuyo verdadero significado nadie se molesta en averiguar— es que son tan maleables que permiten a cada uno colgarles las características que le dé la gana. Las cuales, claro, siempre excluirán aquellas que definen a su propia familia: a nadie le gustaría darse cuenta de repente de que pertenece a un hogar desestructurado.

Así, unos colgarán la etiqueta a la primera madre soltera que se encuentren por el camino; otros se la plantarán a un viudo con una hija que, encima, saca malas notas, y no hablemos de los divorciados que han osado formar un nuevo hogar con otros divorciados, o las parejas homosexuales, o las familias numerosas de inmigrantes que viven en Villaverde, o un soltero que es demasiado mayor o feo como para optar a la categoría de ’single’.

Pues me temo que hay malas noticias. La primera, obvia pero olvidada a golpe de imágenes espeluznantes de poblados marginales, es que la delincuencia también campa a sus anchas por los barrios caros y las familias ’bien’, incluso las compuestas por padre, madre y nenes bien vestidos. (Véanse las cifras crecientes de menores sujetos a medidas judiciales por maltrato familiar, muy recuperables pero cada vez más numerosos; o las corruptelas varias que  acechan en páginas cualesquiera del periódico). Y la segunda es que se puede ser pobre, divorciado, vecino del ’Gallinero’ o todo ello a la vez y vivir en un hogar maravilloso, en el que nadie delinca y encima exista un cariño, respeto y apoyo mutuos a prueba de bombas.

Así que aconsejaría a los cuelgaetiquetas deslenguados que se lo piensen dos veces antes de hablar de los demás y se enteren primero del significado de los términos que emplean. No vaya a ser que la verdadera familia desestructurada sea la suya y todavía no lo sepan.

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